Coordinar: "Del Yo al Ustedes" (María)

Coordinar un grupo es dejarse llevar por el grupo. No hay que tenerle miedo al grupo, ni mucho menos obligar al grupo a seguir un camino premeditado por uno. Eso sería cortarle las alas.
Por supuesto que no es fácil...yo quiero coordinar, yo quiero que ellos se trabajen, yo quiero que ellos se perciban, yo quiero que ellos cooperen. "Yo", siempre yo. Pero, yo no soy el protagonista. Y para mí significa tanto coordinar un grupo que, quiero decirlo, gritarlo a los cuatro vientos!
Alto, me digo: son ellos los protagonistas: y eso además de herir mi narcisismo es como si callara todos los ruidos que a mi me despierta coordinar el grupo. Ya sé que tengo mi instancia de supervisión. Pero a veces parece no alcanzar. Tal vez porque quiero que ellos, los integrantes del grupo, sepan cosas de mí. Es como si quisiera decirles:
¿Ustedes saben lo que a mí me cuesta ser coordinador? ¿Piensan que simplemente vengo y me siento y todo sale naturalmente? ¿Tienen idea de cómo me conmueven cada uno de ustedes, todo lo que me resuenan? ¿Saben que a veces tengo miedo porque todo me parece un caos y no sé qué interpretación hacer? ¿Creen que es fácil cargar con todo lo que me están depositando? ¿No se dan cuenta cómo me contengo para no ir a abrazar alguna vez a alguno de ustedes cuando veo su salto cualitativo? ¿Advierten qué doloroso es para mí cuando entre ustedes se arman discusiones y alguno sale herido? ¿No perciben mis celos cuando los veo compenetrados con la tarea, coopeando en grupo, riendo, disfrutando de la actividad y yo me tengo que quedar afuera?
Todo eso y mucho más suscita coordinar un grupo. No se trata sólo del E.C.R.O. con el que uno viene equipado. Para hacer este viaje de coordinación también es necesaria la creatividad. El grupo va desplegando sus facetas como un arte, y el coordinador debe tener la sensibilidad de captar esos movimientos.
¿Somos concientes del lugar de poder que tenemos? ¿Cómo nos manejamos ante eso? Ese poder puede ser destructivo si lo usamos para lograr fines puramente personales, tal vez llevados inconcientemente o no, por esa imagen de grupo "ideal" que nos resistimos muchas veces a abandonar; y si nuestro narcisismo está adelante del grupo y queremos imponer nuestras propias reglas más allá del encuadre de cada reunión.
Los coordinadores no somos seres acabados ni estamos "programados" para hacer perfecta la tarea. Nos vamos construyendo con el grupo y con el equipo de observadores que, con sus percepciones y el aporte de sus crónicas nos van mostrando el acontecer grupal y además, el modo de coordinar que tenemos. Esa es la parte constructiva del poder: distribuirlo de manera tal que entre todos podamos crecer con, por y para el grupo.
Para coordinar, como vemos, no hay una receta previa. Uno no sabe con qué se va a encontrar.
Simplemente guío al grupo por donde elige ir. Y en el camino, voy dejándome coordinar por ellos: es ver, percibir, hipotetizar, y de ahí en más interpretar, señalar. Sabiendo que las hipótesis son construcciones operativas que no tienen que ver con una verdad inamovible.
El trabajo es exclusivamente del grupo. Coordinar se parece al método mayéutico de Socrates: el grupo es el protagonista y el coordinador simplemente va a asistir al grupo para que pueda "darse a luz" en cada reunión.

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