"Cambiar tapices" (María)


Dedicado a mi amado Carlos que me inspiró este ensayo.
Nunca me interesé por la tapicería. Hoy sé que es un arte, un arte que precisa de esfuerzo, creatividad, gusto, paciencia, trabajo de parte del tapicero.
Había un sillón grande, roto y viejo para tapizar a nuevo.
Me puse a pensar que ese sillón, podía, perfectamente representar a un sujeto, un sujeto en crisis. Una persona que tal vez se sentiría triste, cansado, agobiado, con el rostro y cuerpo desgastado de tanto vivir, de tanto padecer los avatares de la vida. Y tal como el sillón, que por viejo y roto, a lo mejor no era valorado, que por deteriorado ya a nadie le llamaba la atención, que ya era casi inútil, porque no atraía a la gente por lo que estaba llamado a ser; de la misma manera el sujeto en crisis, si no es valorado, escuchado, si se siente inútil porque no cumple la vocación para lo que fue creado, quizás necesite un "nuevo tapizado".
Para tapizar un sillón viejo, lo primero que hay que hacer es deshacerse de los tapices viejos, tales tapices viejos los pude comparar con las creencias enraizadas en el sujeto, esas creencias de antaño, que son negativas, que no le hacen bien, que están aferradas muy adentro y no tienen asidero en la realidad actual del sujeto.
Máscaras, fachadas de la persona que ya no sirven, pero que sirvieron alguna vez. Tales creencias que son obstáculo para crecer, para cambiar, para lograr los objetivos que alguna vez se propuso el sujeto, eran como la goma espuma clavada en la madera de la estructura del sillón.
En primera instancia era fácil ir sacándolos, pero luego yo notaba como el tapicero luchaba a diestra y siniestra, en el afán de desgarrar los pedazos de tela, de relleno, aferrados a la madera mediante pegamento y clavos, allí habían estado por años, se necesitaba paciencia ante todo, esfuerzo y creatividad para poder ver de dónde se desprendían mejor los retazos. Y la maniobra tenía que ser precisa, pues algún clavo salido, o alguna astilla podía causar una herida profunda en el cuerpo del tapicero y en la madera del sillón.
Pensé que las herramientas eran oportunas y por muy buenas que fueran, se necesitaba de la destreza del profesional para usarlas y ejecutar movimientos exactos: pues cualquier mala maniobra podía deteriorar la estructura del sillón, y si la estructura del sillón se dañaba, no había trabajo posible. Porque lo que mantiene fuerte al tapizado, por muy bueno y lindo que sea, es la estructura.
Supe que tan difícil como destapizar, era desarraigar esas ideas, esas máscaras, esos "yoes de ficción" que el sujeto en crisis portaba y que, en definitiva lo habían arrastrado, a lo que era hoy: una persona triste, negativa, aparentemente sin una función, una misión que cumplir.
Quien tenga que llegar a fondo para poder extraer del suejto todo aquello, debe ser idóneo en la tarea, pues trabajará al límite de la estructura psíquica del ser. Y tendrá que tener cuidado para no dañar esa estructura, porque es la mismidad, el sí mismo que tiene ese sujeto y que lo hace ser quien es: ese y no otro. Pero los "tapices externos" (el Yo actualizante) pueden eliminarse, sacarse, tirarse, para poder tapizar (construir) con unos mejores que sirvan para la realidad actual, que sean lindos y nuevos, para que la persona se renueve a sí misma y logre un cambio positivo. También, como con el sillón, las creencias nuevas deberán sujetarse a la estructura psíquica con fortaleza, con instrumentación y fundamentación que la sostenga, porque de lo contrario, el tapiz será frágil y se estropeará en poco tiempo.
Nunca pensé que podía llegar a una reflexión así, contemplando a un tapicero hacer su trabajo. Debo confesar que muchas veces creí que los sillones dañados había que tirarlos, que era demasiado esfuerzo para alguien poder refaccionarlos. Pero, ahora sé que vale la pena ese esfuerzo, ese trabajo; me sorprendió lo maravilloso que quedó el sillón con el nuevo tapizado; y entonces comprendí, que en ciertos momentos de la vida, donde aparece una crisis, podemos animarnos, con ayuda, si es necesario, a cambiar nuestros "tapices rotos y viejos" y así darnos otra oportunidad para vivir una vida lo más plena posible.

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