El valor del Conocimiento (María)


Del hombre primitivo al pragmático
"El hombre es un animal metafísico (Aristóteles) que se pregunta y se responde, un ser en búsqueda"1
Desde siempre el hombre ha estado en búsqueda del conocimiento, ya en las sociedades primitivas, los integrantes de determinados clanes y/o tribus se reunían en torno a una historia común, era la necesidad de tener un origen que tuviese explicación (aunque esta fuese irracional, sobrenatural) y que diera sentido a sus vidas. Agruparse y tomar conocimiento de sus mitos y leyendas, para dar justificación a sus actos, a su religiosidad, a los problemas centrales que era preciso plantear y resolver a través de héroes o castigos, era lo que fundaba su cultura.
Hablamos de hace muchísimos años, en el 30.000 a. C. Todavía no había organización social, no estaba el Estado y la diferenciación entre vida pública y privada, que pudiera hacer del hombre un individuo, indiviso, único, diferenciado del resto.
Al no existir la escritura, lo valorado era la transmisión oral: ésta tenía autoridad respecto de todos los integrantes de una determinada cultura, y esta "voz viva" de un pueblo estaba en estrecha relación con su sistema de valores, con sus significaciones, que no eran solamente cuestiones prácticas, ni situaciones de conveniencia, sino que ellas hablaban por sí solas de acciones encarnadas.
El hombre primitivo a través del mito buscaba dar respuesta a sus interrogantes, le gustaba contemplar las cosas, para observarlas, para conocer de ellas y apreciar su belleza, la mirada era ingenua, correspondía a su contexto cultural, y más allá de que obviamente se valieran de sus actividad transformadora para crear herramientas que permitieran los medios de subsistencia, esta mirada sobre las coss no tenía el carácter fuertemente utilitario que tiene por estos días.
Los hombres descansaban en las explicaciones que les daba el mito que fundaba y daba cuenta de un origen común a los integrantes de una cultura determinada; y de diferentes creencias (que hoy en día se mantienen) entre las que podemos destacar: el panteísmo que es la fusión de Dios con la naturaleza: "Dios está en todos lados"; el politeísmo: es la creencia en muchos dioses (refiere la negación de la unidad de Dios); el dualismo: un Dios que es el principio del Bien y un Dios que es el principio del Mal; la magia: la creencia de que el hombre tiene en us manos el poder de la divinidad para manipularla en obtención de valores; el tabú: sería lo contrario a la magia, es el miedo a la proximidad con lo sagrado. A través de todas estas formas es que el hombre busca saber y dar respuesta a sus interrogantes cotidianos y existenciales.
Pero la tendencia actualizante (en términos rogerianos) es, quizás, lo que lleva a este hombre primitivo a preguntarse cosas más allá del mito, y de las religiones sobrenaturales, de las que recibía respuestas. Esa necesidad de enriquecer su vida lo lleva a no conformarse con lo sabido y aceptado, a criticar lo naturalizado: es el paso del mito al logos.
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? Estas son las preguntas que se hace el hombre y ya no le conforman las respuestas obtenidas hasta entonces. "Hablar del sentido, es hablar del valor, de la orientación, de la finalidad de una cosa cualquiera: en nuestro caso, la existencia."2 "Es que necesitamos saber de dónde venimos, para mejor saber hacia dónde vamos."3 ¿Alguien nos pensó o fuimos frutos del azar? ¿Estamos predestinados a algo? O existe el libre albedrío?
Como dijimos, durante siglos los relatos más aceptados sobre el origen del universo y del hombre fueron dictados por la fe, por el Mito, en estas creencias la humanidad ha encontrado respuestas a sus interrogantes, pero luego, comienza a imponerse un nuevo criterio: estudiar basándose en la razón y no sólo en las creencias aceptadas (aunque el mito siempre está presente de forma paralela).
El conocimiento adquiere valor para el hombre cuando comienza a darse cuenta que conocer da poder, en el sentido de conocerse, de saberse, de descubrir su sentido en la vida y en las cosas para modificarla. "Comenzar a preguntarse es también comenzar a estar minado."4 En este aspecto, el hombre pierde su mirada ingenua sobre todo lo que lo rodea, comenzando por él mismo. "Y los hombres, mientras creen que buscan la verdad por ella misma, buscan de hecho la vida en la verdad. ¿De dónde vengo yo y de dónde viene el mundo en que vivo y del cual vivo? ¿Adónde voy y adónde va todo lo que me rodea? ¿Qué significa todo esto?" Tales son las preguntas del hombre, así que se liberta de la embrutecedora necesidad de tener que sustentarse materialmente. Y si miramos bien veremos que debajo de esas preguntas no hay tanto el deseo de conocer el porqué, como el de conocer un para qué. No de la causa sino de la finalidad, sólo nos interesa el porqué en vista del para qué."5
En el afán del hombre por buscar una verdad, una verdad que sea suya y le pertenezca para hacer en su vida algo que valga la pena, que tenga sentido, porque como decía Camus: "Yo estoy dispuesto a perder la vida todas las veces que sea necesario, pero ver desvanecerse, ver que desaparece el sentido de la vida, eso es insoportable."6, ha encontrado en la corriente del pragmatismo, una solución utilitaria paa responderse y actuar en consecuencia. Ese hombre que miraba con sombro la inmensidad del universo y que se hacía preguntas y que encontraba respuestas sobrenaturales ha pasado por muchos estadíos hasta encontrar en el pragmatismo posibles respuestas. "El pragmatismo sería en primer lugar un método y en segundo una teoría genética de lo que se entiende por verdad."7
Con el pragamatismo el hombre descansa de esa "embrutecedora necesidad de tener que sustentarse materialmente" como nos mencionaba Unamuno, en el sentido de hacer de la verdad, no algo absoluto y único, de lo cual las personas puedan acceder inequívocamente, sino, que la verdad en términos instrumentalistas, hace que el acceso a ella sea individualista y sin tanto esfuerzo: la verdad se convierte en: la verdad para uno. La verdad deja de ser algo real, para convertirse, según los pragmáticos, en una construcción, en un proceso: el de ser conducido, orientado, en tanto nos es útil y en tanto nos sea beneficioso a futuro próximo.
¿El hombre deja de valorar el conocimiento? No, el hombre lo valora desde otro criterio, a través de un pensamiento calculador y tecnicista, sujeto a medios y a fines. El problema es que si yo encuentro una verdad para mí y actúo en consecuencia, si cualquier cosa puede ser válida y tengo aprobación por el hecho de que mi pensamiento es verdadero ya que el fin es exitoso; entonces: ¿Cuál es mi límite? Si vale todo, no vale nada. Desembocamos en una pérdida de valores. Entonces ¿Hablamos de una construcción del hombre o de una destrucción de éste?
Para los pragmáticos la verdad objetiva no existe, es puro dogma, y no tiene utilidad alguna, podrá ser "refinada", dice James, pero no sirve para nada. Entonces advertimos que este hombre actual, que busca conocerse, saberse, comprenderse no tendrá límites a la hora de hacerlo, y eso está relacionado con la religiosidad actual: "las religiones a la carta" en donde vale cualquier clase de mezcla: el taoismo con el ocultismo, el yoga, la macumba con la reencarnación, el cristianismo con la psicoterapia y la filosofía oriental, en una especie de cóctel que el hombre bebe en su sed de conocimiento y de autoconocimiento.
Y es que el hombre de nuestros días, tal como aquel hombre primitivo que citábamos al comienzo del texto, sigue contemplando el universo y se sigue mirando a sí mismo, sin dejar jamás de buscar un conocimiento que pueda dar cuenta de quién es, y que es todo esto. Más que nunca el hombre se sigue preguntando (aunque quizás de otra forma), como lo hiciera Heidegger: "¿Por qué es el ente y no la nada?." 8


Citas:
1 Gastaldi, Italo: El hombre, un misterio, Don Bosco, Bs. As,1999, p.26
2 Ruiz de la Peña: El último sentido, Madrid, 1980, p.21
3 Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida, Altaya, Bs. As, 1997, p. 39
4 Camus: El mito de Sísifo, Altaya, Bs. As., 1997, p.16
5 Unamuno: o.c. pp. 47-48
6 Camus: o.c. p. 31
7 James: Pragmatismo, Sarpe, 1985, p. 73
8 Heidegger: Introducción a la metafísica, p.39

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