"Amigos" violentos -Por María Guidobono
“AMIGOS” VIOLENTOS
mariaguidobono@hotmail.com
La amistad es fruto de un trabajo arduo, de
construir mutuamente día a día un vínculo que puede prosperar a lo largo del
tiempo.
En nombre de la amistad se establecen, muchas
veces, relaciones que no lo son. Varios motivos pueden llevar a una persona a
rodearse amistades más que peligrosas.
Cuando una persona se acerca a otro suele ser
por interés en común, cosas que comparten, lugares, valores. Pero a veces, la
gente se acerca porque está muy sola, y en pos de esa soledad puede aceptar
determinadas relaciones que no son lo que podríamos llamar “amistad”. Otro
motivo puede ser la baja autoestima de una de las personas, que se somete, sin
saberlo siquiera, a la otra. Es cuando puede darse una forma muy sutil de
manipulación por una de las partes.
Las amistades tienen sus reglas, sus contratos
inconcientes, sus valores intrínsecos. Es cierto que cada pareja o grupo de
amigos pueden tener y formar amigos de muchas maneras.
Quiero escribir acerca de aquellas amistades
que sólo se mantienen porque el paso de los años hace que se vuelva casi
imposible tomar distancia de esos “amigos”. Como si el tiempo fuera algo
determinante y de relevancia que hace que uno tenga que seguir sosteniendo
determinados vínculos, aunque estos empiecen a hacer ruido en nuestro interior.
También puede pasar que uno no pueda desligarse del todo, de esa persona,
porque hay amigos en común.
Me parece que es bueno, cada tanto
replantearnos los vínculos de amistad que establecimos. Cómo son, cómo es ese
lazo de amistad que nos une con la otra persona.
En todos los vínculos, y más quizás, en el de
la amistad, suele haber roses, malos entendidos, idas y vueltas,
distanciamiento por intercambio de opiniones que a veces pueden terminar en
discusión.
Me parece muy importante reconocer en nuestro
interior aquello que nos hace ruido de una relación de amistad: si es una
simple pelea, actos en los que nos sentimos traicionados, si es que el otro nos
está manipulando, si estamos sometidos a una persona que nos menosprecia todo
el tiempo con pequeños gestos, y palabras. ¿Por qué lo permitimos?
Cuando el vínculo se torna violento, ya sea por
palabras o acciones, tenemos que poder dar un paso al costado y replantearnos
acerca de esa amistad. Pedir ayuda si es necesario: a otro amigo, familiar o
terapeuta.
Nadie tiene derecho de hacernos sentir mal.
Nadie. Insultarnos, menospreciarnos, faltarnos el respeto una y otra vez, en
nombre de una amistad, no es amistad. No es un simple impulso del momento. Es
violencia y seguramente viene de una persona que, lejos de ser nuestro amigo,
lo que quiere es tener a alguien al lado para poder descargar su ira y así
sentirse más seguro en la vida.
Una amistad no debe consentir ningún tipo de
maltrato, menos si es recurrente en el tiempo. Uno puede perdonar, si lo cree
conveniente, y evaluando también la situación que llevó a eso. Pero la
violencia repetida en el tiempo, los impulsos hostiles permanentes, hacen que
la persona realmente vaya creyendo aquello que escucha de su “amigo” sin poder
tomar la distancia óptima para entender que eso no se trata de una amistad.
Manipulación y agresión, también puede ocurrir que el “amigo” violento
acuse a la otra persona de haberlo provocado, victimizarse en búsqueda de su
perdón: porque nunca aceptará el NO de la otra persona, ya que él es quien
decide siempre: cómo y cuando.
Muchas de estas formas, las encontramos también
en la violencia de género, la violencia que se da entre parejas y otros tipos
de vínculos, donde se juegue una relación con alguien, esa energía
siempre será sexual, aunque puede estar coartada en sus fines como en el caso
de la amistad, pero, quiero decir: el apasionamiento, la obsesión, los celos y
la envidia, también están presentes en estas amistades peligrosas.
No es fácil darse cuenta que un amigo, quizás
de toda la vida, no era tal. La gente puede cambiar, y aquel que hace años
aceptaba determinadas cosas, hoy puede no aceptarlas, porque ha podido descubrir
formas sanas de relacionarse.
En esta posmodernidad teñida de vínculos
corrompidos por la competencia, aún pueden conservarse los viejos amigos, esos
de toda la vida que han sabido crecer con uno, a pesar de los cambios y las
crisis, de alguna que otra pelea y distanciamiento. Pero también uno puede
traer y arrastrar de su pasado, formas de “amistad” negativas, nocivas para la
salud mental, llenas de agresiones y rencores.
Lo importante es saber, que siempre se está a
tiempo de poner un límite a la violencia: por más años que tenga la supuesta
amistad, relaciones en común con otra gente, o lo que uno se ponga como excusa
para no dar por terminado un vínculo maltratador.
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