Orlando (María)

Me dijiste hace muy pocos días, que ibas a ser el próximo a quien yo le escribiera un "homenaje". No te creí, pero como siempre, tenías razón. Sabés? No quiero despedirme, me niego. Vos no te podés haber ido. Vos tenés que estar, como estuviste siempre.
No "eras" mi amigo, "sos" mi amigo. Así que, mientras preparo estos mates para que compartamos en esta tarde, me vas a tener que escuchar, como tantas veces lo hiciste, no te queda otra!
¿Cómo nos conocimos? Te acordás? En la Escuela de Psicología Social: vos venías de un grupo que se había disuelto, y te integraste al grupo donde yo estaba.
El primer cruce entre nosotros fue en el grupo operativo, me acuerdo que discutimos, y yo estaba bastante enojada por lo que me habías dicho, te refutaba, y me acuerdo que por dentro pensaba: "y éste quién se cree que es para decirme estas cosas?" Ya tenías el estilo del filósofo al que tanto admirabas siempre (y fue nuestra primer coincidencia) Nietzsche. Que decía: "A un amigo hay que ofrecerle una cama dura". Así que, de a poco, empezamos a acercarnos y a charlar en los recreos.
Descubrí entonces que eras una persona muy inteligente, que habías leído mucho, que compartíamos muchas ideas, y que éramos totalmente opuestos en materia de fe: vos no creías en Dios y yo sí. Así que las conversaciones se transformaron en largas horas de debate, que se extendieron desde aquellos recreos, hasta bares, y en casa: cada trabajo práctico que nos mandaban a hacer, lo hacíamos con vos y con otro amigo. Éramos los tres de un lado para otro. Como dice el refrán: "¡Qué tiempos aquellos!"
Me acuerdo que nunca faltabas a clase, estabas muy atento a lo que pasaba en el teórico, y ni hablar del grupo operativo: sabías dar cuenta de lo que acontecía a nivel implícito. Manejabas el humor y la ironía, de un modo impresionante. Pacificador, en momentos que las cosas se ponían difíciles en el grupo. Todos te tenían afecto. ¿Te acordás cuando nos recibimos? Nos sentamos juntos en la fiesta de graduación, y chusmeábamos todo lo que iba pasando.
Acá tengo tu trabajo sobra la película "Belleza Americana", te encantaba esa película. Vos me diste el video de esa película y yo te di el video de "Drácula". Tuvimos los respectivos videos una semana y luego nos encontramos para debatir acerca de por qué nos gustaban esas películas. ¡Qué intercambio el nuestro!
Cuántas anécdotas que tenemos, querido amigo. Imposible relatarlas a todas! Recuerdo una práctica coordinando un taller que armamos, el objetivo era "poder verse en otros", ahora pienso que así planteamos nuestra amistad vos y yo. Una mirada profunda, que iba hacia el ser íntimo de cada uno, seguramente para sentirnos menos solos, ya que le habíamos robado la frase a un filósofo y decíamos "estamos solos, hemos sido arrojados al mundo...". Pirábamos así, en nuestras charlas.
Esta amistad es tan sólida, que nunca se cortó el vínculo, ni se cortará: porque la verdad es que te quiero mucho y estás muy presente en mi corazón. Yo siento que va a sonar el teléfono y vas a ser vos:
-Hola flaquita, como estás?
-Estoy bien, Orlando: acá, recordándote y escribiendo para vos estas palabras, como me pediste.
10/10/06

Comentarios

Entradas populares de este blog

Rol del Psicopedagogo en la actualidad (Lic. María de las Mercedes Guidobono)

¿Qué es el Counseling? Por Clr. María Guidobono

El discurso del Rey - Análisis, María Guidobono