Lo maté a Suárez (María)

Maté a un hombre.
Se llamaba Suárez de apellido y era compañero mío de trabajo. Puede ser que haya sido un acto premeditado, pues este tipo era un hombre que siempre me había caído bien y yo creo que fue precisamente por eso. No sé cómo explicarlo, pero yo ya sabía de alguna manera que nosotros teníamos algo especial que no provenía del pasado y tampoco del presente, algo así como un presentimiento de un vínculo a posteriori.
Ay Dios mío, cómo puede uno intuir tan profundamente algo que marcará la vida en un antes y un después. Considero que lo mío fue un acto de justicia, aunque no pueda verse a priori.
Tal vez la oscuridad de mi corazón no me permitía a mí mismo reconocer mis verdaderas intenciones con Suárez. No puedo concebirlo y tampoco descartarlo. Yo sé que él era un hombre excepcional, muy buen compañero, gentil, nunca competidor sino cooperador, jamás faltó a la redacción en los 14 años que trabajó en el diario. Enfermo fue muchas veces, pero nunca se quejó. No tenía esposa ni hijos, vivía con su mamá, una señora de más de 90 años que yacía postrada por más de una década. Suárez nos hablaba mucho de ella, en especial a mí, desde que compartíamos el escritorio, cuando Scafiotti se jubiló y yo pasé de asistente a redactor. Y Suárez estaba muy contento ese día que empezamos a compartir el escritorio, él siempre me había dicho que yo tenía un gran futuro, que yo iba a "triunfar". Qué buen tipo Suárez.
Ustedes dirán que soy una mala persona, estoy seguro que piensan eso de mí. Lo sé porque siempre se da el extraño caso de que cuando alguien mata a alguien que era una "buena" persona es peor visto públiamente que si matara a una "mala" persona.
El acto moral de asesinar a alguien parece entonces tener que ver con las características de la persona asesinada y no con el hecho de matar. Lo mismo sucede si se mata a un niño, el asesino no tiene perdón, pero si se mata a un adulto no es tan castigado socialmente. Esto se debe a que el niño despierta siempre sentimientos de ternura, aunque en vida haya sido un niño "malo" y "caprichoso", y el adulto "bueno" y "obediente". Los niños en esta cultura son vistos demasiado idealizados para mi gusto. Todos conocerán esos dichos tan naturalizados ya sobre que "los niños no mienten", "los niños son puros", etc. Cuando mi experiencia personal me ha demostrado infinitas veces que los niños son los que más mienten y su capacidad de mentira y fabulación es sorprendente, y de "puros", qué pueden tener? He visto niños contaminados con la infelicidad y mediocridad de sus padres o de algún adulto cercano, pues se da en ellos que al no saber discernir todavía (por ser inmaduros) toman posturas de los más detestables en honor a quién les sirve de modelo. Por lo tanto sé positivamente que todas esas canalladas que se dicen habitualmente de los niños, no son más que eso: canalladas! Que la gente repite como loro sin jamás detenerse a indagar sobre lo que está diciendo. La mayoría de las personas habla por hablar, habla de manera vacía, no habita en sus palabras. Y otra cosa, es habitual que las personas crean que el niño tiene mayor esperanza de vida que un adulto, es decir consideran a la muerte de manera tal que, a menor edad más alejada la muerte, y a mayor edad, más cercana, cuando en realidad todos ya sabemos que la muerte es un hecho del que nadie escapa, y por consiguiente nadie puede demostrar que a tal niño que un X mató, no fuera a sucederle después una enfermedad mortal y penosa llevándoselo la muerte de manera también emprana, y encima sin poder responzabilizar a nadie. De manera tal que, quién podrá saber si la mayoría de las veces que han asesinado niños, los asesinos no le hicieron un favor a él y a sus padres, pudiendo éstos tener a alguien a quién culpar y así descargarse, cosa que de otra manera no hubiesen podido hacer. Es más, si no hubiera asesinos, y la gente muriera de manera natural, a diferentes edades, por causas extrañas o enfermedades, seguramente sus familiares y conocidos terminarían por culpar a Dios y no habría tantos creyentes en el mundo. O sea que, digámoslo abiertamente: que no haya tantos ateos en el mundo es gracias a la cantidad de asesinos que hay. Lejos de decirlo por mí ( que igual me competen las generales de esta ley) lo digo a modo de reflexión. Y yo estoy seguro que Suárez no defendería esta posición, pero pobre Suárez (que en paz descanse) él creía en quimeras.
Puede parecer que me estoy alejando o evadiendo del núcleo principal de este relato: que maté a un hombre de apellido Suárez, pero no, todas estas consideraciones que aparentan digresión, no son más que reflexiones mías sobre la moralidad y cómo está teñida de hipocrecía, pero yo no soy ningún hipócrita, y que en este asesinato de Suárez yo vengo a reivindicar los actos morales e inmorales, como actos puros en sí. Por eso quise expresarles mis pensamientos, para que ustedes también se animen a pensar diferente y asuman además, que cualquiera puede hacer cualquier cosa, y que nadie queda afuera de nada en este entramado social de mediocridad.
Yo lo maté a Suárez, sí. Y Suárez era muy diferente a Gómez. Gómez sí que es insoportable. Si yo contara lo que este tipo hace todos los días en la redacción, lo que cuenta de su vida: que engaña a su esposa, que no se ocupa jamás de sus hijos, que falta al trabajo, que se queda con las mejores entrevistas de la redacción. ¿Cuántas veces Suárez lo cubrió con el jefe a Gómez? ¿Cuántas veces intercedió por él con la mujer? ¿Cuántas veces calló Suárez las ideas de las notas que Gómez le robó? ¿Y a quién ascendieron cuando Scafiotti se jubiló? A Gómez! Que pasó a tener su propia oficina dentro de la redacción, con computadora y todo. Y Suárez, tuvo que hacerme lugar en su escritorio y dejarme usar su máquina Olivetti, que cuando se trababa yo me iba a tomar un café mientras esperaba que Suárez con toda la paciencia del mundo, la arreglara. Gómez era de lo peor.
Ustedes deben estar comparando ahora a Suárez y a Gómez, sacando conclusiones de la vida de uno y del otro, pensando qué desgraciado que soy yo que maté al más "bueno". Pero, fíjense, quién es peor en esta historia, y no estoy hablando ni de Suárez ni de Gómez, estoy hablando de ustedes y de mí. Porque yo lo maté a Suárez, sí! Y ustedes, escandalizados lectores, horrorizados ya por mi confesión, por lo que dije de los niños y de los asesinos de los niños, de los creyentes, etc., en este punto olvidan lo que pensaron recién. Confiesen! Acaso no se les cruzó por la cabeza la pregunta: ¿Por qué en lugar de matar a Suárez, no lo mató a Gómez? Sí!!! Pensaron eso!
Pensaron eso en cuanto les dije las caractarísticas de Suárez y luego las de Gómez. Entonces? ¿Quién es peor? Yo que lo maté a Suárez y que no me importó matar a un buen tipo, porque no discriminé entre personas "buenas" y personas "malas" , o ustedes que pensaron: ¿Por que no mató a Gómez? en vez de pensar: Ojalá no hubiera matada a nadie.

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