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"Dialéctica: analizado-analista" (...) Por Clr. María de las Mercedes Guidobono mariaguidobono@hotmail.com

“Síntoma psicoanalítico: dialéctica analizado –analista en su relación con el goce y la dirección de la cura”

Por Clr. María de las Mercedes Guidobono
mariaguidobono@hotmail.com

El síntoma se singulariza por su no inscripción en el Otro.”(Lombardi)

Introducción

Elegí el tema  sobre la dialéctica analizado-analista en relación a la construcción del síntoma psicoanalítico,  su relación con el goce y la dirección de la cura.   
Si hay algo de novedoso en el psicoanálisis es que la persona que va a atenderse con un analista, desconoce el goce que le reporta su síntoma, le resulta extraño, ajeno, diría imposible de pensar siquiera un segundo, en una primera instancia que le pertenece.
La persona sufre y no quiere sufrir más, por eso recurre a un analista. ¿Cómo va a tener que ver con él mismo su padecimiento? ¿Cómo va a gozar de su síntoma? ¿Qué es un síntoma?  ¿Qué significa gozar de un síntoma?
Por lo general, las personas están acostumbradas al paradigma médico: en tanto les duele algo, padecen algo, simplemente es solicitar un turno y dejar la responsabilidad de la cura, al médico, en cualquiera de sus especialidades. Y aunque obviamente sepan que tal o cual órgano que les duele, les pertenece, sin embargo, ya al referirse en términos tales como “me duele”, implica algo de exterior a la persona, al menos nunca escuché, decir “me duelo” “me hago doler la cabeza” . Estas palabras no tienen nada de inocente. Me parece, que nos están indicando un dejar la responsabilidad del lado del profesional, en tanto la demanda es que lo curen, que sea pronto, y no hay mucho trabajo por parte del paciente, quizás tomar medicación o guardar reposo.
En ese sentido, el síntoma debe ser descifrado por el profesional médico, eso es lo que espera el paciente, y así, efectivamente se da. Vemos que esta misma modalidad, es la que espera, mediante la suposición de saber, el paciente del analista. Lo espera porque supone que tiene un saber sobre ese síntoma.  No puede siquiera imaginar, que el saber sobre su síntoma: lo tiene él mismo!
Entonces, qué interesante plantearnos, cómo funciona esa dialéctica analizado-analista en un tratamiento psicoanalítico, cómo intervienen el síntoma, el goce, y cómo será una dirección de la cura.  

Desarrollo

Me parece fundamental, para empezar a desarrollar nuestra  tema, aclarar, que la noción de síntoma, en psicoanálisis tiene que ver con “lo que el sujeto conoce de sí, pero sin reconocerse en ello”.
Por eso, al comienzo de este trabajo, mencionábamos que lo que motoriza  la búsqueda de un profesional analista, por parte de la persona, es precisamente este sentir que algo le sucede, y que sufre por ello, y esto es lo que hace que pida turno, en principio.
Es decir, por parte de la persona hay un conocimiento de que le pasa algo, y como no quiere sentir este mal que lo aqueja pide ayuda.
Por otro lado, se imaginan a caso ustedes, que la persona padeciente puede mínimamente sospechar que en ese malestar se juega algo de sí en relación al goce o que su síntoma se completa con el analista?
Cuando hablamos de goce en psicoanálisis, quiero aclarar que no se trata de placer, sino que tiene que ver con un placer y displacer, con un exceso. Exceso que tiene que ver con determinada fijación en la estructura primordial del sujeto, lugar primero en donde como objeto fue gozado por sus padres y donde él también gozó. Clishé que repetirá si no interviene, por ejemplo: un analista. Salirse de objeto y volverse sujeto no es algo fácil ¿Se trata de gozar del síntoma como uno fue gozado en su primer lugar constitutivo? 
La modalidad del goce está estrechamente relacionada al síntoma. Lugares donde el paciente  siente que fue gozado  por Otro, y principalmente lugares donde goza el paciente, sin saberlo (como decíamos al principio del trabajo).
Decía en la introducción: la persona padece y ese padecer está dedicado al Otro, en el caso de los neuróticos. “Dedicado” al Otro quiere decir la persona cree que el Otro desea, quiere saber eso que el Otro desea y además saber qué desea de él, una especie de Otro que viene a gozarlo y del cual el paciente tiene que defenderse permanentemente y por eso sufre, padece.  
Es por eso que la dirección de la cura tiende a “matar” a ese Otro que es “invento” del paciente, (invento obviamente en sentido inconciente, claro). Un fin de análisis posible, sería el punto en que el paciente pueda darse cuenta sobre qué parte tiene él en ese sufrimiento. Pero ¿Cómo saberlo si no pone a hablar a su síntoma? ¿Cómo podría saber el analista y luego el paciente mismo, dónde es que goza el paciente, si no es en el proceso transferencial, en donde ubicará a su analista y se ubicará frente a él en ese punto de goce?  
Los neuróticos, que se presentan tan bien dispuestos a la consulta, luego, en el proceso con su horror al saber, no hacen más que poner resistencias para no enterarse de la parte que tienen en el asunto, y del goce que existe por parte de ellos en su síntoma.
Por eso Freud ya mencionaba, en su “Iniciación al tratamiento” que no importa verdaderamente, si la persona confía o no, se muestra  predispuesto o no, a iniciar un tratamiento, porque las resistencias, surgirán igual, inevitablemente. Claro está, que es preferible que confíe en el tratamiento, pero en sí, no garantiza nada.
Les mencionaba al principio del trabajo, la influencia del paradigma médico y esto de que la persona, en general cuando va al analista, espera que algo de este sistema se repita.
Lo novedoso del psicoanálisis, es que el desciframiento del síntoma, no ocurre por parte del profesional analista, (como pudiera ocurrir con un médico que observa al paciente, lo escucha, lo diagnostica de inmediato, y le da un pronóstico, una cura) sino fundamentalmente, este desciframiento está del lado del analizado. Es más: que en un análisis se responda a la demanda del paciente, significaría taponar la demanda, e impedir que surja el deseo en el paciente.   
Quiere decir, que mientras que en el primer caso,  la persona angustiada por su sufrimiento recibe la garantía de cómo son los pasos a seguir y de una cura segura; en el segundo caso, no existen garantías, nos lo dice Freud, esta demanda por parte del paciente, esta especie de “señorita forastera” que no sabe de dónde vino, y qué día va a desaparecer, y las preguntas, de los pacientes:“¿Cuánto durará el tratamiento? ¿Cuánto tiempo necesitará usted para librarme del padecimiento?. Y más allá de este texto freudiano, son preguntas que experimento como consultora. Y Freud dice es “desagradable”.
¿De qué se trata el síntoma psicoanalítico? Se trata de algo que no viene dado desde el principio, sino que es una construcción, que tiene que ver con el analizado y con el vínculo  transferencial que lo une con el analista, que no es cualquier analista, es uno en particular, y ya en la forma en que lo eligió, está el germen de la transferencia.
El síntoma psicoanalítico, a diferencia de la sintomatología muda, que no porta ninguna verdad para el sujeto,  es aquel síntoma que se pone a hablar, que no es ese síntoma que se basta a sí mismo, que se goza.  Pero para ponerse a hablar necesita del analista. Es el deseo del analista (desear que exista el sujeto deseante)  el que impulsa el deseo de saber por parte del analizado. Quiere decir que sin encuentro con un analista, no se puede construir el s2, que dejaba a un s1 satisfecho y sin preguntas. Sin ponerse a trabajar.  Tampoco se trata  de hablar por hablar (el goce del bla bla diría Lacán), ni de que el paciente con su discurso goce de cumplir con la voluntad de su analista. Se trata de que el analista haga cumplir la regla fundamental: la asociación libre, que no es otra cosa, que el paciente diga lo que se le ocurra. Pero la guía del analista, la brujúla, será el síntoma del paciente, para que no se transforme en palabra vacía, como mencionábamos antes.  
Entonces, que el síntoma se ponga a hablar en el sujeto, tiene que ver con la división del paciente provocada por el encuentro con el analista. Eso implica que el paciente cada vez que hable, produzca, y si produce y se reconoce en lo que produce, cambia, y si cambia, algo del ser se cae a pedazos. “Soy lo que digo” podría decir el analizado.      
Estamos mencionando al analizado y analista, mediados por la operación de la transferencia, en una dialéctica.
Por lo cual, ¿cómo habría de decirle Freud, a sus pacientes en una primera entrevista, cuánto tiempo iba a durar el tratamiento? Ni Freud ni ningún analista que se precie hoy en día de ser tal, podría contestar tales preguntas, y no porque no quiera, o se encapriche, o se trate de un misterio, sino simplemente porque no puede!  Salvo aquellos analistas (diría Colette Soler) que le sirvan como “anillo al dedo” al neurótico, y le respondan todo el tiempo, cosas que ni ellos mismos pueden saber. (y de estos “analistas” que los hay los hay). Pero, que la demanda neurótica va querer batallar, por así decirlo en un tratamiento, es así, y es desagradable, diríamos con Freud. Pero sabemos que esto puede pasar y por eso, también sabemos cómo abordar esta no respuesta por parte del analista.
Nos preguntamos si podría haber tratamiento psicoanalítico sin padecimiento, y antes mencionábamos al padecimiento como motor del tratamiento, damos un paso más y agregamos el deseo de curarse, del lado del analizado, y el deseo del analista (por supuesto, del lado del analista) que ambos deben estar presentes durante todo el tratamiento.
Deseo de curarse por parte del analizado, no es lo mismo que deseo de saber que ese síntoma completado dialécticamente en el proceso, tiene algo de identificatorio y de goce en el analizado. Todo lo contrario, el analizado poco sabe o no quiere saber directamente su parte en el asunto, por más que lo diga.
Y, deseo de analista es deseo de que prime el querer analizar a un paciente. Ese deseo tiene que ver con la prioridad de desear analizar al analizado, en particular. 
Esto es algo importantísimo, porque viene a derrocar las generalidades tipificadas, en un diagnóstico universal, el psicoanálisis va a decir: esto no es así, y un analista particular, trabaja con cada paciente en particular, y en ese proceso particular, se construye síntoma y diagnóstico. Es un proceso a construir, no a descubrir.
¿Cómo será una dirección de la cura en psicoanálisis? ¿Será un final previsto, cerrado, y seguro? Sabemos que es todo lo contrario, pero que sin ninguna duda, debe estar presente al inicio del tratamiento, y no de una vez y para siempre, sino que cada sesión, se renueva este fin de análisis. Lo dijo Freud, no hay respuesta sobre  cuánto durará un tratamiento, por lo cual, en la dirección de la cura, se apunta- siguiendo la misma lógica- a una dirección, a un punto , lo cual no es lo mismo que afirmar que se llegue a ese punto.
Porque como dijimos anteriormente, el síntoma no está dado de entrada en el paciente, sino que se completa con el analista, y el vínculo transferencial que media una demanda, que “Nos enseña en qué lugar está el paciente y  qué lugar le atribuye al otro” (Lombardi)   

Conclusión:

Me propuse a lo largo de este trabajo destacar algunos puntos en relación a la dialéctica analizado-analista a la luz del concepto de síntoma psicoanalítico, principalmente; de goce y de dirección de la cura, más brevemente.
 Mediante el recurso de comparación del tratamiento psicoanalítico  con el tratamiento médico, pude reflexionar no sólo acerca de lo novedoso del tratamiento analítico, sino que también explicar la implicancia que el analista y el analizado tienen, en relación al síntoma psicoanalítico. Me parece fundamental esta implicancia. Y entiendo que de otra manera, no podría explicarse, cómo el paciente pudiera, sin un trabajo de su parte, y sin el deseo del analista- que fomenta el deseo de saber en el paciente- empezar a deshacer esos nudos borromeos, de lo cuales viene gozando seguramente durante algún un tiempo. Menos aún, hacerse cargo que le pertenecen.
De qué y cómo goza un paciente, puede establecerse sólo si el analizado se pone a hablar de su síntoma, no como respuesta complaciente hacia su analista, tampoco como el goce del bla-blá, sino como sujeto que produce en su análisis, que se barra mediante ese “soy lo que digo” y que deja caer pedazos de su ser.
Síntoma psicoanalítico y modos de gozar de un paciente, dialectizados en la relación analizado-analista, tienen que ver con la dirección de la cura: que el paciente reconozca su posición particular de goce y se haga cargo.  Como dice Lombardi, si el síntoma ha sido desenmarañado, advertido como división del ser, resulta ahora más doloroso, si no se hace algo con él. 
“Si por una extraña suerte atravesamos la vida encontrándonos solamente con gente desdichada, no es accidental, no es porque pudiese ser de otro modo. Uno piensa que la gente feliz debe estar en algún lado. Pues bien, si no se quitan eso de la cabeza, es que no han entendido nada delpsicoanálisis” (Lacán)     

Bibliografía:

Freud, S. (1913), “Sobre la iniciación del tratamiento”, Obras Completas, Amorrortu editores, Vol. XII, Buenos Aires, 1992.

Lacan, J. (1955-56), El Seminario 3. Las Psicosis, Editorial Paidós, Buenos Aires.
Lacan, J. “Psicoanálisis y medicina”. En Intervenciones y textos 2, Editorial Manantial, Buenos Aires.
 Lombardi, G. (2009), “La función del tipo clínico en psicoanálisis”, en Singular,particular, singular, JVE, Buenos Aires, 2009
Lombardi, G. (2009), “Efectos analíticos y diagnósticos en la primera fase del tratamiento”, enSingular, particular, singular, JVE, Buenos Aires, 2009





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