"El llamado de Vulga" Por María Guidobono

“El llamado de Vulga”
Por María de las Mercedes Guidobono
mariaguidobono@hotmail.com

   Hacía mucho calor y soplaba una brisa extraña, esas brisas que son de temer porque traen noticias nuevas y preocupantes. El miedo a veces se relaciona mucho con el deseo- pensaba Vulga- y era ese el caso de Nico, se dijo a sí misma.   
   Vulga podía esperar ese llamado eternamente, sentada en su silla mecedora, mientras escuchaba una música apropiada para que surjan más y más fantasías…o podía hacer ese llamado. Pero, ella entendía perfectamente la diferencia: no era lo mismo que él la llamara y hacerse la “interesante” o llamar y perder todo tipo de mascarada. Pero, conociendo a Nico…seguro que no iba a mover un dedo, aunque se muriera de amor (Reflexionó la muchacha). 
   Las plantas que estaban detrás de Vulga, se movían acompasadas por el viento artificial que producía el aleteo del abanico viejo y desteñido de la joven. Parecían decir “gracias” por el pequeño regalo airoso de una tarde  de enero en Buenos Aires. Pero Vulga más movía el abanico por nervios que por darse viento, estaba a punto de tomar una decisión que seguramente cambiaría su vida.
   Llamó.
   Vulga marcó cada número como si un policía le estuviera tomando sus huellas digitales para abrirle un prontuario  de ingreso en una cárcel. Su corazón latía tan fuertemente que no podía escuchar nada. Preguntó, ensordecida por Nico y era Nico quien la había atendido. Casi fugazmente recordó aquella canción que solía cantar en su infancia…”estaba la Catalina sentada bajo un laurel…” esa parte que decía: “calla, calla, Catalina, calla, calla, de una vez, que estás hablando con tu marido y no me supiste reconocer…”
-Ah…Nico soy yo.
-Perdón???
-Vulga, la chica de la verdulería- dijo la joven lo más rápido que pudo.
-La chica de la verdulería? Esperá ya te pasó con mi mamá…
-No, no, con vos quiero hablar… –se envalentonó Vulga. Pero ya era tarde, Nico le había pasado el teléfono a su mamá, y escuchó que sus pasos se alejaban mientras le decía: “maaaaa, la piba de la verdulería, Vulta, Vunca, jaja no sé”
-Si???? –dijo una voz de señora muy intrigada
-Hola…. señora… soy Vulga- balbuceó la joven mientras se daba tiempo para ver qué inventaba.
-¿Qué pasa querida?
Ese “querida” de pronto le hizo sentir a Vulga que no estaba equivocada, había amor, sí, “amor” en la voz de esa señora, que después de todo era como su “suegra”. Seguramente Nico le había hablado de ella.
-Soy Vulga, señora, la chica que trabaja en la verdulería de la esquina, quería saber si le interesaba comprar manzanas porque justo trajeron unas…que están  en oferta y me acordé de usted.
-Gracias querida (volvió a decir “querida” pensó Vulga, ya no puede disimular…) Ahora lo mando a mi hijo, hasta qué hora tienen abierto…?
-Hasta las 20, digo hasta las 21hs….bueno, en realidad, yo estoy, que su hijo venga cuando quiera… digo “cuando pueda…”-
-Listo, ahora va-y cortó.
Vulga, no podía parar de temblar…no podía creer que Nico ya mismo saliera a su encuentro. ¿Tanto la extrañaba?
Llevó sus manos hacia su pecho y suspiró…
-Qué mal actor sos, Nico!!!! –como si el muchacho pudiera oírla- estabas esperando al lado del teléfono mi llamado y apenas atendiste simulaste no reconocermeeeee…!!!!
   Vulga salió corriendo a la verdulería, era el día de su franco, pero a veces es necesario trabajar para que las cosas sucedan…(Pensó feliz).    

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