"Sé el arquitecto de tu propio destino" (María Guidobono)


Cuando empecé a estudiar counseling una frase me atrapó, me dijeron que era de Rogers, aunque también había leído un poema de Amado Nervo que esbozaba la misma idea: “Sé el arquitecto de tu propio destino”.

Hoy me doy cuenta que durante toda la carrera, esas palabras, me siguieron resonando y sonando, haciendo eco en mí: arquitecto, destino.

¿Qué podían significar en el marco de un proceso de counseling? ¿Acaso la consultoría psicológica no tenía más que ver con la idea de libertad que la de destino? ¿Qué es ser arquitecto de un destino? ¿Significaba que ya había un destino y que nosotros los counselors deberíamos en todo caso acompañar al consultante en ese camino ya trazado, y que en eso consistía nuestra profesión?

Muchas veces me encontré a mí misma pensando en todas las profesiones que en nombre de ayudar, lo que hacen  es adaptar  –ya sea con medicamentos, terapias, etc- a individuos que sufren una determinada realidad. Yo no quería ser parte de un sistema así, al contrario: mi vocación tenía y tiene que ver con la libertad. ¿Cómo significaba entonces la palabra destino?

Al transitar la carrera, ocurrió mi propio proceso, en él se fueron dando revelaciones, teóricas pero también las prácticas, las que yo vivía con todo eso que me transmitían.  Por lo cual, pude darme cuenta que nuestra profesión, el counseling, no tiene que ver con un la idea de un destino en términos de una fatum, como creían los griegos, ese destino marcado, cerrado, en donde todas las alternativas eran circulares a un solo final, que ya estaba escrito y el cual no se podía cambiar.

 Al contrario, el counseling es libertad, es lineal, va para adelante,  lo que trae el consultante es un sufrimiento que está del lado del estereotipo, del estancamiento, de la pasividad,  una fatum en la que se encuentra atrapado quizás desde hace mucho, y que los counselors, no venimos a reforzar, sino que venimos a reflejar, a espejar al consultante para que pueda verse y reverse desde su historia, donde nuestra profesión tiene que ver con puntuar esos círculos donde la persona se encuentra repetida, y por eso ya supone su final.

Considero, desde esta perspectiva, que ser arquitecto, está del lado (en el marco de la frase citada) de la creatividad en el consultante, en tanto para nosotros, los counselors, nos ubica en la no-directividad, lo que significa que no dirigimos el proceso del consultante sino que es él, quien interviene haciendo uso de su libertad para construir su camino, y que nosotros ayudamos a  que él pueda tomar protagonismo en su vida descubriendo que no hay un solo camino, que la libertad tiene que ver con las elecciones, y las elecciones con las diferentes y múltiples alternativas que el consultante tiene y que en medio de su crisis no puede registrar. En ese sentido, un proceso de counseling, es un antes y un después, en la vida de alguien.

Por lo cual, “ser el arquitecto de tu propio destino”, es el proceso en sí del consultante, significa que pueda hacerse cargo de su sí mismo, conectarse con sus recursos, descubrir sus potencialidades, y fundamentalmente creer en su propia libertad para tomar las decisiones que suponga necesarias en su vida. Y que si en el medio de un camino se da cuenta que no era lo esperado, no lo siga hasta el final creyendo que ya es así, y que no se puede hacer nada para cambiarlo, sino, por el contrario que sepa que él es el propio arquitecto de su vida, que construye puentes, y derriba otros, para hacer nuevas rutas, que lo acerquen a la meta que quiere para sí.


EN PAZ (Amado Nervo)

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
 cuando planté rosales, coseché siempre rosas. 
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

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